31 octubre 2006

El rincón del Catequista Octubre

“El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos para que pronto puedan ver, para poner en libertad a los oprimidos”
(Lc 4, 18)

Esta quinta entrega de nuestro boletín, está enfocada a descubrir cuál es el perfil del catequista. Cualquier acto educativo debe estar precedido de una reflexión que nos lleve a descubrir ¿qué vamos a enseñar?, ¿a quién?, ¿por qué?, ¿para qué? Pero sobre todo, esta reflexión deberá responder a dos preguntas que deben ser el eje de todo intento de formación: ¿qué clase de persona es la que obtendré con esta educación? y, ¿qué clase de sociedad es la que se obtendrá como resultado de la formación de este sujeto?

Trasladando estas cuestiones al ámbito de nuestra catequesis, el artículo que presentamos este mes destaca las diferentes cualidades que debe procurar cualquier persona que desee ser catequista, tanto en el ámbito de su acción educadora, como en su formación, la que, recordemos, debe ser integral e integradora. No perdamos de vista estas recomendaciones puesto que así, y sólo así, podremos dar respuesta a las exigencias que nos plantea nuestra realidad.

Equipo Coordinador
EL CATEQUISTA PARA LA CATEQUESIS DE HOY

Continuamente hablamos de la necesidad apremiante de una catequesis integral, que una la fe y la vida y que responda a las exigencias de nuestra realidad, de nuestro mundo actual. Pero, ¿qué implica una catequesis integral e integradora?

“En toda catequesis integral hay que unir siempre de modo inseparable:
• El conocimiento de la Palabra de Dios
• La celebración de la fe en los sacramentos
• La confesión de la fe en la vida cotidiana” (Sínodo de 1977,11)

Esta característica fundamental de la catequesis actual no sólo se refiere a la metodología que se utiliza, al material didáctico que utilizamos para las sesiones o el no descuidar aspectos como el movimiento, la memorización, la comprensión, la convivencia, la oración, etc. al trabajar con los niños y jóvenes de la catequesis.
Ante todo lo anterior y de manera sustancial y fundamental, el carácter integral de la catequesis debe partir de la integridad del catequista como persona, es decir, de que quien se diga ser catequista, lo sea de verdad, demostrando en cada una de sus acciones cotidianas que “busca llegar a una renovación profunda de la vida cristiana y por lo tanto a una nueva civilización que sea participación y comunión de personas en la Iglesia y en la sociedad” (Puebla, 977)
De este modo, es necesario plantearse preguntas como ¿Qué exige la catequesis en nuestro tiempo?, ¿Quién es un catequista? Y… ¿Qué cualidades debe cultivar el catequista actual?
“La catequesis debe llevar a un proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo en la fe” (Puebla, 988)
1. Hablamos primeramente de un fortalecimiento en la fe del catequista, no únicamente del catequizando, ya que nadie puede educar en algo en lo cual no ha sido primeramente educado. El catequista ha de tener una espiritualidad profunda, es decir, vivir plenamente su fidelidad a Jesucristo y a la Iglesia, testificando con la propia vida su compromiso con la comunidad, con la Iglesia y, por ende, con Cristo.
El catequista no se predica a sí mismo sino a Jesucristo, siendo
fiel a su Palabra y a la integridad de su mensaje.
“La catequesis debe iluminar con la Palabra de Dios las situaciones humanas y los acontecimientos de la vida para hacer descubrir en ellos la presencia o la ausencia de Dios” (Puebla, 997)
2. El catequista debe ser una persona integrada en su comunidad, conocerla, caminar con ella y ser sensible a sus problemas.
“La catequesis debe penetrar, asumir y purificar los valores de la
cultura” (Puebla, 966)
“Una educación sobre el sentido crítico constructivo de la persona y de la comunidad en una visión cristiana” (Puebla, 982)

3. El catequista necesita una conciencia crítica ante los hechos y acontecimientos de la vida. Debe ayudar a la comunidad a reflexionar la propia realidad, a liberarse del egoísmo y del pecado, y llevarla a la celebración de su vida en la Liturgia.
“La catequesis debe tomar como fuente principal la Sagrada Escritura, leída en el contexto de la vida, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, transmitiendo además, el Símbolo de la fe” (Puebla, 1001)
“La pedagogía catequística parte de la persona de Cristo para llegar a sus preceptos y consejos” (Puebla, 980)
4. El catequista debe conocer a fondo el mensaje que va a transmitir, teniendo una visión sistemática del contenido de la fe. Debe conocer la Biblia y saberla interpretar, uniendo este conocimiento con la vida.
“La catequesis busca formar hombres y mujeres comprometidos personalmente con Cristo, capaces de participación y comunión en el seno de la Iglesia y entregados al servicio salvífico del mundo” (Puebla, 1000)
5. El catequista tendrá siempre una actitud de animador. Ha de aprender a escuchar y a dialogar, caminando junto con la comunidad.

Además de estas cualidades, referidas directamente a su campo de acción que es la catequesis y los objetivos de ésta, el catequista necesita cultivar y desarrollar aquellas cualidades que involucren todo su ser persona, que vayan más allá de su ministerio dentro de la Iglesia en un espacio y tiempo determinados, sino que le lleven a pensar, a sentir y a actuar de una forma única y diferente y a la vez en comunión con todos quienes le rodean.
Para ello, se propone que el catequista:
• Se preocupe por su salud y bienestar en todos los ámbitos: físico, psicológico, espiritual, sexual, familiar y social; buscando siempre el equilibrio y la armonía entre éstos.
• Trabaje en equipo, asumiendo el rol que le corresponda dentro del grupo de catequistas y desarrollando sus habilidades de liderazgo y creatividad al servicio de su ministerio.
• Sea responsable y perseverante. Esto implica no sólo el “estar” constantemente y de manera puntual para la catequesis, sino que va más allá. Es asumir la responsabilidad de formarse constantemente para lograr responder a las exigencias del contexto en que se desenvuelve, es tomar como propia la responsabilidad de hacer presente y vivo el Reino de Dios entre los hombres y no sólo anunciar el Evangelio con palabras, sino denunciar, sin desistir, a través de sus actitudes y sus hechos, las injusticias, los excesos y la falta de compromiso cristiano que vivimos hoy día dentro y fuera de la Iglesia.
• Ame a los catequizandos y se preocupe por mejorar continuamente la metodología a la que recurre para educar la fe de manera dinámica, creativa, enriquecedora y sobre todo eficaz. De este modo, tendrá en cuenta la igualdad en la importancia tanto de los aspectos cognitivos, emocionales y conductuales de los niños y jóvenes.
• Renueve constantemente el compromiso que nace de su vocación, principalmente por medio del fortalecimiento de su vida espiritual y social, para lo cual precisa de la Oración, la lectura de la Sagrada Escritura y la Eucaristía; así como de relaciones interpersonales enriquecedoras y una constante disposición al servicio.

Ahora reflexionemos:

¿Realmente nuestra catequesis responde actualmente a estas exigencias?
¿Realmente partimos de nuestra propia educación para brindarles educación a los niños, jóvenes y adultos que nos han sido encomendados?
¿En realidad estoy fortaleciendo mi fe a partir de hechos y no sólo de palabras y conocimientos huecos, y por lo tanto estériles?
¿Me preocupo por mi salud integral y por la de los catequizandos?
¿Asumo mi responsabilidad como cristian@ para criticar, denunciar y transformar mi realidad?
¿Estoy dispuest@ a ser perseverante en mi formación humana, doctrinal y pastoral para enriquecer mi ministerio?

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